
Entre cambios en normativa, bajas en inflación e innovaciones tecnológicas, el comercio internacional se reinventa constantemente. “Las reglas están más ordenadas, pero no por eso dejan de existir”, afirma Federico. En esta instancia, analiza las posibilidades que este nuevo paradigma presenta para los productores nacionales y ofrece algunas herramientas para llevar a cabo estas operaciones con éxito.
¿Cuáles considerás que son los principales desafíos que enfrentan hoy las pymes argentinas en comercio exterior?
Lo principal es la devaluación del peso. Vivimos en un país con constantes cambios normativos y proyecciones macroeconómicas inestables. Argentina pasó de ser un país con inflación muy alta, donde muchas ineficiencias logísticas se ocultaban en los precios, a otro más estable, donde el valor del dólar está bajando pero los costos en dólares siguen creciendo. Eso obliga a las empresas a trabajar de forma inversa a como venían haciéndolo: con o sin inflación, y con estructuras de costos que hoy deben ser desafiadas. Ya no alcanza con resolver cuestiones burocráticas. Ahora hay que ser hiper eficientes en la cadena de abastecimiento.
¿Qué cambió entonces en la dinámica para quienes importan o exportan?
Cambió la ecuación. Antes, salía adelante quien tenía dos aspectos estratégicos: capacidad de financiarse en el exterior y habilidad para sortear la traba burocrática. Hoy muchas de esas trabas ya no existen. Las pymes no necesitan invertir tanto en superar obstáculos, sino en cumplir con los requisitos que impone el comercio exterior. Eso abre la puerta a nuevos jugadores y genera mayor competitividad. Importadores consiguen mejores precios, y empresas de servicios que necesitan insumos pueden importar directamente y ofrecer sus servicios a menor costo. El resultado es un mercado más eficiente, en beneficio de los consumidores.
¿Y cómo impacta eso en las estructuras internas de las empresas?
Muchas empresas habían armado estructuras grandes para resolver temas normativos que no sumaban valor directo a su negocio. Hoy, con menos exigencias burocráticas, pueden redirigir su capital de trabajo hacia donde realmente aportan valor: mejorar la cadena de suministro.
¿Qué ventajas tiene tercerizar el departamento de comercio exterior?
Tercerizar siempre es un beneficio si se trata de un área que no forma parte del núcleo del negocio. Tener un profesional que resuelva esa parte de forma eficiente, tanto en costos como en velocidad, te hace más competitivo en lo que sabés hacer. Antes, lo central era lidiar con normativas cambiantes.
Hoy, aunque hay menos trabas, sigue habiendo requisitos que cumplir. Un consultor tiene que acompañarte en todo el proceso para que, ante una eventual auditoría, estés cumpliendo con todo. Tercerizar puede ayudarte a bajar costos y a tener un nivel de servicio más alto, sin necesidad de armar una estructura interna costosa.
¿Cómo es hoy el vínculo con los organismos de control?
Muchos creen que ya no hay control, y eso no es así. El control cambió de lugar: ahora lo tiene principalmente la Secretaría de Comercio. Antes, todo se revisaba antes de nacionalizar la mercadería. Hoy hay más flexibilidad, se pueden homologar certificaciones del exterior y hacer la importación directamente. Pero eso no significa que no haya que cumplir con la normativa. Es fundamental estar alineados con reglamentos técnicos. Las auditorías existen, aunque no ocurran al momento de la importación.
¿Y cómo se agilizan los trámites hoy en día?
Se trabaja a través de plataformas como Trámites a Distancia, lo que agiliza muchísimo. También se puede operar con declaraciones juradas. El importador es ahora el responsable de garantizar que los productos cumplan con la normativa. Hay un cambio de paradigma: si se trabaja de acuerdo a la norma, que hoy es más clara, no hace falta tanta interacción directa con los organismos. Las reglas están más ordenadas, pero no por eso dejan de existir.

¿Qué recomendás para optimizar los plazos logísticos?
Lo más importante es entender todas las herramientas que tenés para operar. Argentina no es solo el Puerto de Buenos Aires. Hay depósitos fiscales en muchas provincias, zonas francas, distintas rutas de ingreso. Hay que analizar dónde opera el cliente y buscar la solución más conveniente. Tal vez la mercadería entra por Buenos Aires, pero se puede oficializar en Neuquén. Eso baja costos y permite proyectar mejor. No hay que limitarse a donde está instalada la empresa, sino pensar cómo mejorar su competitividad con soluciones logísticas a medida.
¿Qué rol juega la tecnología en este nuevo contexto?
Hoy tenemos dos grandes desafíos: incorporar tecnología ya disponible e integrar inteligencia artificial. Esta puede ayudarnos a estandarizar procesos que no agregan valor, hacerlo más rápido y con menos errores, y así reducir costos. Las herramientas tecnológicas no reemplazan el criterio, pero son claves para volvernos más competitivos, tanto a nivel local como internacional. Exportar implica ser más eficientes, y toda tecnología que colabore con eso es bienvenida.
¿Querés sumar alguna reflexión final?
Estamos viviendo un cambio de paradigma muy fuerte. Antes, lo complejo era cumplir con normativas difíciles. Hoy, con reglas más claras, el desafío es mejorar costos y ganar velocidad. Para eso necesitamos alianzas: entre consultores, importadores, exportadores y fabricantes. Todos tenemos que trabajar juntos para que Argentina sea más competitiva, tanto puertas adentro como en el mundo.
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