
El recuerdo más potente que el negro Josiah Henson tenía de su infancia era el de ver cómo azotaban a su padre por haber golpeado a un hombre blanco. “Se fijó el día de la ejecución de la pena. Se convocó a los negros de las plantaciones vecinas, para su mejoramiento moral, para que presenciaran la escena. Un poderoso herrero llamado Hewes colocó las rayas. Se dieron cincuenta, durante las cuales los gritos de mi padre se oían a una milla de distancia, y luego se produjo una pausa. Cierto, había golpeado a un hombre blanco, pero como propiedad valiosa, no debía ser dañado. Hombres juiciosos le tomaron el pulso. ¡Oh! Podía soportarlo todo. Una y otra vez la correa cayó sobre su espalda lacerada. Sus gritos se hicieron cada vez más débiles, hasta que un débil gemido fue la única respuesta a los golpes finales. Entonces le empujaron la cabeza contra el poste y le sujetaron la oreja derecha con una tachuela; un rápido golpe de cuchillo, y el miembro sangrante quedó pegado al lugar. Entonces se oyó un hurra de la multitud degradada, y la exclamación: ‘¡Eso es lo que tiene por golpear a un hombre blanco!’. Algunos dijeron: ‘¡Es una lástima!’; pero la mayoría lo consideró un merecido homenaje a su majestad ofendida” escribió en su autobiografía La vida de Josiah Henson, antiguamente esclavo, ahora habitante de Canadá, narrada por él mismo.
Después del brutal castigo, el padre de Henson fue vendido a un terrateniente de Alabama y el chico nunca lo volvió a ver. Más tarde, en distintas subastas, a Josiah lo separaron también de su madre, de sus hermanas y de sus hermanos. En cuanto a él, pasó por diferentes amos que también dejaron marcas en su cuerpo: brazos fracturados y una lesión en la espalda que lo acompañó toda la vida. Lo que no pudieron quitarle fueron sus ansias de libertad, que lo convirtieron primero en un esclavo fugitivo, después en hombre libre y también en ministro metodista y luchador abolicionista, con un intenso activismo que lo llevó a recorrer no solo los Estados Unidos y Canadá sino también a cruzar el Atlántico y recalar en Londres con el objetivo de recaudar fondos para la causa.
Pero si la vida y las luchas reales de Henson fueron decisivas para la abolición de la esclavitud, influyó mucho más –y sin proponérselo– como personaje de ficción cuando la escritora Harriet Beecher Stowe se inspiró en él para escribir su novela debut, La Cabaña del Tío Tom.
La historia de Henson y la novela de Stowe jugaron un papel decisivo en la elección presidencial de Abraham Lincoln, cuando el Partido Republicano distribuyó cien mil ejemplares del libro durante la campaña de 1860 para fomentar el apoyo antiesclavista. Es posible que sin la prensa abolicionista y la novela –un verdadero best seller de la época– Lincoln no hubiese ganado las elecciones. “Si no hubiera existido La Cabaña del Tío Tom, no habría habido Lincoln en la Casa Blanca”, afirmó, contundente, el senador Charles Summer, uno de los hombres más cercanos al presidente número 16 de los Estados Unidos.
La esclavitud y el engaño
Josiah Henson nació en la esclavitud el 15 de junio de 1789, cerca de Port Tobacco, Maryland. Tras la venta de su padre y la muerte de Francis Newman —su propietario— el resto de la familia fue subastada y separada. Josiah fue vendido a un traficante de niños, pero no resultó negocio porque poco después se enfermó y nadie quería comprarlo. Eso hizo que el traficante se lo ofreciera al hombre que había comprado a la madre del chico, un herrero llamado Isaac Riley, en un extraño acuerdo: no le cobraría nada si Josiah moría, arreglos sin cargo de las herraduras de sus caballos si sobrevivía.
Además de ser herrero, Riley tenía campos a los que envió a trabajar a Josiah. El chico creció y se convirtió en un colaborador indispensable para Riley, que lo hizo capataz de sus campos y también comenzó a encomendarle la venta de sus productos en la ciudad. Esos viajes marcaron a fuego a Josiah, porque además de cumplir con las misiones que le encomendaba su amo, en la ciudad conoció a abogados abolicionistas y pastores metodistas, uno de los cuales le enseñó a predicar y lo ayudó a recaudar fondos para comprar su libertad.

Pudo reunir 350 dólares y se los ofreció a Riley como anticipo por su liberación por un precio total de 450. Por los cien faltantes firmó un pagaré, pero Riley le agregó un cero más al documento para que la cifra fuera inalcanzable. Además de estafarlo, lo envió a Kentucky donde tenía campos su hermano Amos, para que lo vendiera. La operación no se concretó porque el sobrino de Riley enfermó de gravedad y Henson le salvó la vida embarcándose con él en un viaje de regreso al norte, donde había mejores médicos para atenderlo.
Consciente de que nunca sería liberado por Riley, Henson comenzó a preparar un plan para escapar. Pero no podía hacerlo solo: para entonces se había casado y tenía cuatro hijos, dos de ellos tan pequeños que hacía poco habían comenzado a caminar. Decidió jugar el todo por el todo.
La huida a Canadá
En secreto, la esposa de Henson cosió una mochila lo suficientemente grande como para que Josiah pudiera cargar a sus dos hijos más pequeños en la espalda; los dos mayores deberían caminar. Le costó convencer a su mujer: “Le comuniqué mi intención a mi esposa. Estaba abrumada por el terror. Con instinto de mujer, se aferró a su hogar. Desconocía por completo el vasto mundo que nos rodeaba y su imaginación lo poblaba de horrores invisibles. Moriríamos en el desierto, nos perseguirían con sabuesos, nos traerían de vuelta y nos azotarían hasta la muerte. Con lágrimas y súplicas me rogó que me quedara en casa, contento. En vano le expliqué nuestra posibilidad de ser destrozados en cualquier momento; los horrores de la esclavitud que había presenciado recientemente; la felicidad que disfrutaríamos juntos en una tierra de libertad, a salvo de todo mal que nos acechara”, cuenta en su autobiografía.
Escaparon una noche sin luna y atravesaron bosques caminando en la oscuridad y durmiendo ocultos durante el día. Cruzaron la frontera de Kentucky con Indiana y luego llegaron a Cincinatti, donde una familia de cuáqueros los alojó durante unos días para que recuperaran fuerzas. En Ohio, cuando ya no tenían qué comer, tuvieron la suerte de toparse con un grupo de indígenas que los albergaron.
Así, viajando de noche y durmiendo de día, recorrieron 965 kilómetros hasta la frontera con Canadá. Al llegar al río Niágara se toparon con una nueva dificultad, no tenían dinero para pagar el cruce. Tuvieron la suerte de encontrarse con el capitán Burnham, un escocés que accedió a cruzarlos. El marino le preguntó si sería una buena persona al obtener su libertad en una nueva tierra y Henson le respondió: “Sí, haré buen uso de mi libertad”.

El Alto Canadá se había convertido en un refugio para los esclavos que escapaban de los Estados Unidos desde 1793, cuando el teniente gobernador John Graves Simcoe aprobó la “Ley para prevenir la introducción de esclavos y limitar la duración de los contratos de servidumbre en esta provincia”. La legislación no abolió de inmediato la esclavitud en la colonia pero sí impidió la importación de esclavos, por lo que cualquier esclavo estadounidense que llegara a Ontario se convertía inmediatamente en un hombre libre. El 28 de octubre de 1830 la familia Henson pisó territorio canadiense y logró la tan ansiada libertad. El primer gesto de Josiah fue arrojarse al suelo y besar la tierra.
Un héroe antiesclavista
En Canadá, Josiah trabajó como jornalero en granjas hasta que, en 1834, se trasladó con su familia y otros antiguos esclavos a Colchester para establecer un asentamiento negro en tierras arrendadas. Envió a su hijo mayor, Tom, a la escuela, y aprendió a leer gracias al conocimiento que iba adquiriendo el chico. El hecho de saber leer y escribir y su elocuencia como predicador lo llevaron naturalmente a ser uno de los líderes de la creciente comunidad de esclavos fugitivos en Canadá. Además, fue un avanzado en la producción cooperativa al hacer de la comunidad de Dawn, compuesta por unas quinientas personas, un centro de producción y exportación de madera de nogal negro a los Estados Unidos y Gran Bretaña.
Pudo haber tenido desde entonces una vida acomodada y apacible, pero no cejó en su activismo contra la esclavitud. “El tema central de la historia de Henson es la gestión de la libertad. En lugar de usar sus prodigiosas habilidades empresariales y oratorias para simplemente construirse una vida cómoda, abogó por la igualdad de oportunidades, puso a salvo a amigos y familiares, fundó iglesias y se defendió del encarcelamiento tras apoyar a familias que enviaron a sus hijos a luchar en la guerra civil. Se embarcó en una gira de casi cien escalas por Gran Bretaña para recaudar fondos para la causa. Con la ayuda de simpatizantes estadounidenses y filántropos cristianos británicos, construyó un asentamiento para refugiados afroamericanos, recaudó fondos para empresas sociales para la comunidad negra, incluyendo un aserradero y una fábrica de ladrillos, e incluso construyó una escuela desegregada, casi un siglo antes del fin de las leyes de Jim Crow en la década de 1960”, escribió uno de sus biógrafos, Jared Brock.
También viajó varias veces a territorio estadounidense para ayudar a otros esclavos a escapar. “La condición degradada y desesperanzada de un esclavo jamás podrá ser comprendida por él mientras permanezca en tal posición. Tras haber saboreado las bendiciones de la libertad, mi mente se posó en aquellos que sabía que gemían en cautiverio, e inmediatamente procedí a tomar medidas para liberar a todos los que pudiera. Pensé que, con esfuerzo, muchos podrían escapar como yo, si contaban con algún consejo práctico sobre cómo proceder”, escribió en su autobiografía.
Josiah Henson murió el 5 de mayo de 1883, a los 93 años, en Canadá. Una crónica de la época lo describió como “un anciano jovial, bastante activo considerando su edad”. Hacía años que se lo conocía como “el verdadero Tío Tom”, después de que Harriet Beecher Stowe reconociera: “Un último ejemplo de paralelismo con el del tío Tom se encuentra en las memorias publicadas del venerable Josiah Henson... ahora pastor del asentamiento misionero de Dawn, en Canadá”.
Últimas Noticias
“Zombie”: la tragedia detrás del éxito global de The Cranberries
Inspirada en un atentado del IRA, Dolores O’Riordan canalizó su indignación en una de las piezas más potentes del rock de los 90

Abelardo y Eloísa, la historia de amor prohibido que desafió la Edad Media y cautivó siglos
Una relación clandestina desató furia y castigo, pero también dejó huella en la literatura europea. El eco de sus ideas aún resuena en la cultura contemporánea

Efecto Genovese: el brutal crimen que obligó a crear la línea 911
El homicidio reconfiguró la manera en la que la psicología aborda el miedo al compromiso y la reacción pasiva ante tragedias colectivas

Mató a su familia a hachazos: “La sangre corría como una cascada por la escalera”
Henri Van Breda asesinó a su madre, padre y hermano en una urbanización de lujo. La historia del caso que conmocionó a Sudáfrica hace 10 años

“Los voy a quemar a todos”: el hombre que tiró ácido en una piscina y la foto que se volvió símbolo de la segregación racial
El 18 de junio de 1964, en St. Augustine, Florida, un grupo de activistas ingresó a la piscina de un hotel segregacionista en una protesta pacífica. La brutal imagen que recorrió el mundo
