Dos restaurantes madrileños, enfrentados por el título de “más antiguo del mundo”: un tercer aspirante italiano podría arrebatárselo a ambos

El debate por el título de restaurante más antiguo del mundo tiene a sus protagonistas en el corazón de España, donde dos tabernas familiares compiten desde hace décadas por la distinción

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Los dos aspirantes españoles al
Los dos aspirantes españoles al Récord (Casa Pedro / Wikimedia Commons)

El debate por el título de restaurante más antiguo del mundo tiene a sus protagonistas en el corazón de España, donde dos tabernas familiares compiten desde hace décadas por la distinción. Sobrino de Botín, en pleno centro de Madrid, ostenta desde 1987 el Récord Guinness como el restaurante más longevo en actividad del planeta. Fundado en 1725, presume de su histórico horno de leña y de una clientela que ha incluido a figuras como Truman Capote, F. Scott Fitzgerald y Graham Greene. Ernest Hemingway lo inmortalizó en Fiesta. The Sun Also Rises al considerarlo “uno de los mejores restaurantes del mundo”.

La competencia por el récord

Sin embargo, la leyenda de Botín encuentra un retador en las afueras de la capital. Casa Pedro, con su aire rústico y años de historia a cuestas, reclama un linaje aún más antiguo. Sus responsables aseguran que el local sobrevivió guerras y epidemias, desde la Guerra de Sucesión Española a inicios del siglo XVIII hasta la invasión napoleónica y la Guerra Civil. Una trayectoria que, de confirmarse, lo situaría antes que Botín y lo haría merecedor del codiciado título.

“Resulta frustrante cuando dices ‘Sí, existimos desde 1702’, pero... no puedes demostrarlo”, admite Irene Guiñales, octava generación al frente de Casa Pedro. “Si miras el logotipo, pone ‘Casa Pedro, desde 1702’, así que pensamos: ‘Demonios, intentemos probarlo’”. La familia recurrió a los archivos nacionales tras descubrir que la documentación del antiguo municipio de Fuencarral, donde se ubica la taberna, se perdió en las llamas de la Guerra Civil. A falta de esas pruebas, han logrado rastrear registros catastrales de la época del Marqués de la Ensenada que ya mencionan la existencia de una taberna, bodega y mesón en 1750. Guiñales sigue rastreando pistas para llegar hasta ese 1702 inscrito en las paredes y hasta en las bolsas y azucarillos del local.

El restaurante La Campana, en
El restaurante La Campana, en Roma, Italia (@ristorantelacampana)

Mientras Botín capitaliza su magnetismo literario y posición cerca de la Plaza Mayor, donde cualquier día un flujo de turistas puede colapsar el local, Casa Pedro mantiene un perfil más intimista. Por sus salones han pasado reyes como Juan Carlos I y Felipe VI, junto a generaciones de fieles vecinos.

Ambos aspirantes coinciden en haber soportado un cierre extraordinario: solo detuvieron su actividad durante la pandemia. Esa continuidad ininterrumpida es clave según los criterios de Guinness World Records. Tal y como explica Antonio González, tercera generación de Botín, la organización exigió acreditar que el restaurante opera desde siempre en la misma ubicación y bajo el mismo nombre.

El proceso, de hecho, deja fuera a instituciones aún más veteranas como Le Procope de París (1686), Bianyifang en Pekín (1416) o White Horse Tavern en Rhode Island (1673), que han experimentado mudanzas o cambios de denominación. Guinness reserva sus condiciones y requerimientos solo para los postulantes, quienes deben aportar “pruebas y documentación sustancial sobre la operación ininterrumpida del restaurante a lo largo de los años”, en palabras de la portavoz Kylie Galloway.

A este duelo se suma un nuevo aspirante: La Campana, en el centro histórico de Roma, presume de ofrecer no solo una muestra de la cocina romana auténtica sino de contar con más de 500 años de historia documentada. Los responsables del local ya recopilan los papeles necesarios para presentar su candidatura ante Guinness.

Botín celebra en 2025 tres siglos de tradición en la capital del país, manteniendo vivo el interés tanto de visitantes ocasionales como de amantes de la comida castellana con sabor a historia. Casa Pedro, por su parte, sostiene que la distinción - si algún día la consigue - no cambiaría nada de la lealtad de su clientela. Su sala sigue reuniendo cada viernes a vecinos como David González y Mayte Villena sin importar la placa que cuelgue en la puerta. “No cambiaría nada para nosotros”, resume Villena.