
Siria marca este domingo medio año desde el derrocamiento del régimen de Bashar al Assad, habiendo logrado que la comunidad internacional levante el grueso de las sanciones que lastraban su recuperación, pero aún con mucho por hacer en el marco de una transición que se estima tomará al menos un lustro.
El pasado 8 de diciembre, tras casi 14 años de guerra civil, una rápida ofensiva de grupos islamistas y opositores cogió al mundo por sorpresa logrando acabar en cuestión de semanas con más de medio siglo de mandato de los Al Assad en Siria, gobernada primero por el padre Hafez y desde 2000 por su hijo Bashar.
Estas son algunas claves para entender cómo ha evolucionado el país bajo las nuevas autoridades, qué han conseguido y qué queda por conseguir:
1. Recuperación económica

Con el 90 % de la población en la pobreza, según datos de la ONU, y todo un proceso de reconstrucción por delante que podría costar hasta 400.000 millones de dólares, el mayor reto al que se enfrenta Siria es la recuperación de su economía y la mejora de las difíciles condiciones de vida de su población.
Las sanciones internacionales impuestas durante el mandato del anterior régimen suponían una gran traba en este plano, pero Estados Unidos y la Unión Europea (UE) anunciaron el mes pasado el levantamiento de sus respectivos castigos económicos, en línea con medidas similares tomadas por otros países.
Si bien estas decisiones permitirán la llegada de inversión y facilitarán la reactivación del sistema financiero, tales objetivos requieren también una serie de reformas profundas a nivel interno entre las que las autoridades citan la lucha contra la corrupción o la simplificación de la burocracia.
2. Restablecer relaciones
El Gobierno sabe que Siria no podrá recuperarse ni reconstruirse sin el apoyo de la comunidad internacional, que durante años aisló al régimen de Al Assad por su brutal represión de las revueltas antigubernamentales de 2011 y otras violaciones de los derechos humanos ahora bajo investigación.
Desde los días siguientes a su caída, líderes de todo el mundo han visitado Damasco y han recibido en sus capitales a delegaciones sirias de alto nivel, dando un voto gradual de confianza a las nuevas autoridades encabezadas por Ahmed al Sharaa, fundador de la ex filial siria de la red terrorista Al Qaeda.

Especialmente importante será el papel de los pudientes países del golfo, que ya han dado algunos pasos menores para apoyar económicamente a Siria y los primeros en aprovechar el levantamiento de sanciones para cerrar acuerdos como el energético alcanzado con un consorcio liderado por la catarí UCC Holding por valor de 7.000 millones de dólares.
Turquía, por su parte, se mantiene como el gran aliado estratégico del nuevo Gobierno, tras ser valedora de la oposición siria durante el mandato de Al Assad.
3. Una democracia real
Tras décadas de autoritarismo mal disfrazado, la nueva Siria también se enfrenta a la necesidad de establecer una democracia sólida y un sistema que ofrezca inclusión real a las diferentes comunidades del país.
El pasado febrero, se celebró una esperada conferencia nacional para delinear las bases de la transición entre críticas por la falta de representación de algunos sectores y, en marzo, fue nombrado por fin un Gobierno a largo plazo para tomar las riendas del Ejecutivo interino improvisado tras el derrocamiento de Al Assad.

El actual Gabinete mantiene algunos puestos clave en manos de figuras vinculadas a la administración paralela que gobernaba el último bastión opositor de Siria, perteneciente a la alianza islamista Organismo de Liberación del Levante de Al Sharaa, entre ellas, el ministro de Exteriores, Asad al Shaibani.
La lista de tareas pendientes en el plano político incluye la promulgación de una nueva Constitución o la formación de un Parlamento para sustituir al disuelto a comienzos de año.
4. Minorías religiosas

Bajo las nuevas autoridades, vinculadas a la mayoría musulmana suní, Siria ha registrado estallidos de violencia sectaria como el que en marzo dejó cientos de muertos involucrando a la minoría alauita, a la que pertenece Al Assad, o el que este mismo mayo dejó decenas más involucrando a la drusa.
En cuanto a los kurdosirios, que lideran una autoproclamada administración autónoma en el noreste del país, el pasado marzo alcanzaron un acuerdo con el Gobierno central para poner fin a sus divisiones y trabajar hacia su integración en el nuevo Estado sirio, aún con mucho por hacer al respecto.
Mientras Damasco busca acuerdos con las diferentes minorías e Israel trata de sembrar la discordia entre ellas, a la comunidad internacional le preocupa también el futuro del grupo yihadista Estado Islámico (EI), aún en activo en el vasto desierto sirio y un amigo hace tiempo tornado enemigo para Al Sharaa.
(Con información de EFE)
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